Un apunte antes de empezar...prometí que sería otra película, que queda en el tintero, pero he descubierto esta maravilla estos días y no puedo dejar de verla...o escucharla?
Os dirán que lo mejor es que se escuchan los mejores títulos de los míticos de Liverpool, pero yo digo que, además, Across the Universe es un arriesgado ejercicio audiovisual que, en ocasiones, llega a rozar la perfección.
Jude (ya os imagináis por qué el nombre...) es un chico en busca de una versión distorsionada del sueño americano, vista bajo el prisma de la acidez que le empaña su mediocre vida en Liverpool. Aunque el motivo del viaje se nos presenta al principio, desaparece en seguida, dejando paso a una historia de amistad que derivará, entre otras cosas, en un retrato de la sociedad americana de finales de los 60, con crítica a Vietnam incluida.
Lucy es una joven de familia adinerada que vive por y para su país, los Estados Unidos. Una visita de su hermano y la noticia de que su novio tiene que unirse en batalla por la patria en Vietnam, dan a Lucy otra vision de su propia existencia, que la llevan a actuar de una forma tan radical que seguro ni ella misma imaginaba en aquel último baile de graduación.
Zizagueando entre los dos protagonistas, encontramos a una serie de personajes que entrecruzan sus caminos con Jude y Lucy, para formar un puzzle que se percibe un tanto complicado para el espectador en el primer visionado, pero que no deja de ser una de las maravillas de la película una vez se ha saboreado.
De canciones que cuentan historias.
Por lo tanto, musical. Es quizás por eso, porque es muy musical, que la historia de la película queda tamizada entre canciones y uniones un tanto confusas al principio, dejando una extraña sensación a camino entre la perplejidad y la satisfacción. Sin embargo, es una sensación que ya se nos advierte desde los primeros minutos de la cinta, en la que Jude (increíble Jim Sturgess) se lamenta por una historia de amor pasada, y directamente un montaje encadenado y con sobreposiciones nos resume el conflicto que marcará a los protagonistas, la guerra de Vietnam.
No debería extrañarnos si conocemos a la genio detrás de la cámara, Julie Taymor. La directora estadounidense, forjada en Brodway, demuestra su gusto por la puesta en escena teatral de los números musicales, que combina con escenas coloristas y surrealistas, algo que ya hizo con su anterior largometraje, Frida, en el 2002. Así que aviso para futuros espectadores: no estamos ante un musical al uso (aunque sea el género que quizás se dé más a escenas de tinte surrealista); casí lo resumiría en un cruce entre Big Fish, de Tim Burton, y Moulin Rouge, de Baz Luhrmann. Aunque las comparaciones sean odiosas.
Jóvenes, guapos y cantantes.
El reparto es crucial, más en un musical. Y creo no ir encaminada si digo que han acertado de lleno en el casting. Encabeza un poco conocido hasta la fehca del estreno, Jim Stugess, dando vida al joven y, al principio desmotivado Jude. La otra cara de la moneda, una risueña y alegre Lucy, es interpretada por Evan Rachel Wood, uno de los descubrimientos de la polémica Thirteen. El punto medio de la historia, Max (hermano de Lucy), es Joe Anderson, otro reciente descubrimiento, que quizás alguien recuerde de una película que personalmente disfruté, a pesar de ver los grandes y garrafales fallos, Copying Beethoven.
Además de poner una bonita cara, las actuaciones, en especial la de Sturgess, encandilan por el abanico de matices que descubrimos a través de gestos y miradas (puesto que el diálogo se lleva poco, entre canción y canción).
Por qué Across the Universe es una de mis must seen movies?
Siendo poco dada a ver musicales, reconozco que el mérito del ejercicio visual y de coordinación, merecen un once sobre diez, por lo que no debería dar más motivos para recomendarla.
Sin embargo, es probablemente lo tierno de la historia que engancha, no sólo por los protagonistas, sino por la cantidad de elementos que se mezclan en un mundo que parece un combinado de batido de fresa con un tequila. Aunque la sensación final sea la de daikiri de fresa con una hojita de menta. Por varias razones. La primera (el batido de fresa), es el colorido y la puesta en escena de unos números musicales que fascinan hasta el último segundo de la cinta, coordinados con las míticas letras de los Beatles de tal forma que parecen escritas para la película en lugar de haber sido introducidas con acierto. La segunda razón (el tequila), es esa sensación amarga de algunas partes de la historia (sobre todo las escenas de guera) y los números más surrealistas, como el de la carpa de circo, un punto de acidez en mitad de un combinado más bien edulcorado. Sensación final: un daikiri fresco, novedoso e innovador, tanto por la forma de contar la historia como por la manera en que se nos muestra. Un verdadero espectáculo visual con una banda sonora impagable. Qué más se puede pedir?
Una maravilla, de verdad.